Buenas tardes a todos:
Unos correos que he intercambiado con unos amigos me han animado a abrir esta entrada. Me gustaría saber lo que los compañeros, y cualquier otra persona que quiera sumarse a la discusión, piensan sobre la importación de fiestas o tradiciones anglosajonas o de otras culturas.
Hablando de España. Importamos San Valentín, Papá Noel —anteriormente era solo Reyes—. Luego vino Halloween y recientemente el viernes negro (Black Friday), que este año ha sido todo un éxito y que incluso se ha estirado un par de días más. ¿Qué vendrá después? ¿Quizá el Día de Acción de Gracias?
Agradezco mucho cualquier dato o comentario sobre la introducción o adaptación de fiestas o tradiciones en todos los países y regiones.
Pues aunque no nos guste ni queramos, tendrán que seguir importando fiestas de fuera para ir sustituyendo los días festivos tradicionales del almanaque español, tan arraigado a la religión católica. Si estamos como dicen en un país laico, pues venga, señores, pónganse a inventar sustitutos para el 6 de enero, Jueves y Viernes Santo o Lunes de Pascua, 15 de agosto y 8 y 25 de diciembre. ¿Quién le pone ese cascabel al gato?
Eso sería lo más fácil, Milord, porque son poquitas, pero ¿qué me dice usted de las fiestas locales? Cada núcleo de población: barrio, parroquia, aldea, pueblo, villa, ciudad, capital… tiene su patrón particular, y siempre es un santo, santa, Virgen, Cristo…
¿También se suprimirían? Eso sí que lo veo difícil.
No me provoque, mire usted, que empiezan a surgirme ideas. Por ejemplo: el 6 de enero lo cambiaríamos al Día Nacional de los Emigrantes (cada uno de una raza, claro). Perfecto. La Semana Santa podría sustituirse por la Semana de la Floración Primaveral, por eso de los naranjos y tal. Cada comunidad autónoma escogería el día festivo de la semana adecuado a la especialidad floral de su comarca. Vale. EL 15 de agosto podría transformarse a el Día Nacional de las Vacaciones Estivales, para que el pobre trabajador sin contrato ni papeles ni nada pueda al menos cogerse un día en todo el verano para levantarse a la hora que quiera. Bien, este también resuelto. El 8 de diciembre lo llamaríamos el Día de la Reconstitución, por si alguno se quedara con más ganas de seguir celebrando el día 6 (naturalmente con puente incluido, que somos españoles). Y por fin, el 25 de diciembre sería la Fiesta Estatal del Frío, para que todo el mundo se pusiera su abrigo y se diera un paseíto nocturno por las calles de su ciudad todas apagadas porque, ¿para qué puñetas se iban a poner guirnarlas ni adornos si no había que celebrar navidades ni ná?
Ea, deberían nombrarme ministro de algo.
Se está preparando estos días una de las fiestas importadas que más éxito, a mi parecer, ha tenido entre los niños y jóvenes españoles: el Halloween.
Si nos guiamos por la profusión de actividades y artículos alusivos que ofrecen las tiendas y centros comerciales, que están en campaña desde hace casi un mes, me atrevería a decir que alcanza el nivel de los preparativos de la Navidad.
Me pregunto si con el tiempo podría instalarse entre nosotros esta celebración pagana de origen celta y desbancar a la fiesta de Todos los Santos que tanta tradición arrastra en nuestro país.
http://www.muyhistoria.es/h-antigua/articulo/samain-el-dia-que-los-muertos-caminan-entre-los-vivos-181446209102
Yo me pregunto lo mismo, Madri.
En nuestro barrio, esa noche solía ser un continuo ir y venir de casa en casa de grupos de niños con el ya típico «truco o trato». Sin embargo, anoche se notó un bajón tremendo en el número de grupos de «monstruitos», ya que los más pequeños del barrio ya no lo son tanto y esta es más bien una fiesta de niños pequeños. Sí que he notado que aquí cada vez se comercializa más con todo lo que rodea a esta fiesta —una «fiesta» que a mí no me dice nada—; hay más disfraces y espacios dedicados en hipermercados, supermercados y centros comerciales.
De niños y no tan niños, Blasi. Que la pela es la pela y el mercado es muy amplio.
Ayer, en un Eroski que hay en mi calle, donde no venden disfraces ni accesorios ad hoc, todas las cajeras y las que despachan en la charcutería y la pescadería iban con la cara pintada a cual más fea, de monstruítos, y los pelos hechos un horror. No sé de quién partiría la idea, pero me parece que fue algo impuesto. O no les hacía mucha gracia trabajar así o hacían muy bien su papel. No sé cómo interpretarlo, porque resultaban bastante desagradables.
Pero ya de noche, eran jóvenes de ambos sexos los que se veían disfrazados. Creo que lo toman como una especie de carnaval otoñal, nada que ver con su origen, y el caso es apuntarse a la fiesta. Si lo han estado viendo desde niños, para ellos ya es «de toda la vida». Me temo que no va a ser algo pasajero.
A mí me parece una patochada, que en algunos casos raya en lo chabacano (en su primera acepción, recordemos la charada de Robin). Pero ahí está.