¿Por qué las pantallas de nuestros teléfonos móviles han de mostrar todas y cada una de las huellas de los dedos que se posan en ellos, por qué no todos los materiales son autolimpiables o por qué no son comunes los carritos eléctricos para personas de movilidad reducida en los hipermercados?

Seguro que la mayoría de nosotros querría disfrutar de una clase política decente que tuviese un sueldo acorde con los del pueblo llano o que la espera para consultas, pruebas e intervenciones médicas no fueran interminables, por ejemplo; sin embargo, estos son temas demasiado globales e incluso potencialmente inalcanzables para el ciudadano de a pie, los cuales quedan fuera del ámbito de esta publicación, por lo tanto, apuntamos bajo para intentar llegar alto.

Los motivos para hacernos la vida más complicada son, en general, económicos; en el caso de que la ropa, la vajilla, los muebles o, digamos, el suelo no se ensuciaran nunca, ¿qué harían las industrias que fabrican lavadoras, detergentes, suavizantes, quitamanchas, limpiacristales, lejía, lavavajillas, etc.? Hace tiempo quitaron el datáfono en mi peluquería: «Por razones ajenas a nuestra voluntad…», reza el cartel, pero estas razones están directamente relacionadas con el sustancial ahorro en la declaración de la renta del comercio, así como con la elusión del pago al banco por la transacción. A mí me parece que la ausencia de la ley de obligatoriedad de disponer de VPT en los negocios de este país es un atraso aberrante que posibilita acciones delictivas.

Sus propuestas de adiciones y cambios beneficiosos para el día a día pueden resultar un acicate para su puesta en marcha o, quizá, únicamente podrían querer compartir ciertos deseos o frustraciones con el Café y el resto del Planeta, lo cual puede venirnos muy bien en la vorágine de este mundo.

Gracias por su atención y apoyo.