Buenas noches a todos:
Vengo con un tema meteorológico de mucha actualidad en esta zona donde vivo porque, tras un invierno que ha transcurrido plácidamente hasta dos semanas atrás, sin pena ni gloria a imagen y semejanza del otoño seco y caluroso que le ha precedido, tenemos ahora un tiempo verdaderamente infernal, digo invernal. Frío, granizo, lluvia, nieve en las cumbres cercanas, y viento, mucho viento, con visos de que vamos a estar así unos cuantos días más.
Es habitual que en la tele o en la prensa se hable de la abundancia de precipitaciones en tal o cual zona del país, pero lo que me ha llamado la atención hoy (quizá porque antes no había prestado atención) es que han dicho que iba a “precipitar” mucho en forma de nieve a partir de cierta altura, y de agua o granizo por debajo de esa cota.
No sé a vosotros, pero a mí me parece que es más corto y sencillo usar los verbos nevar, granizar o llover que todo el mundo entiende, además de que “precipitar” no tiene todavía ninguna acepción relacionada con nada que caiga de las nubes tenga la forma que tenga.
Lo cierto es que no “nos veo/imagino” diciendo por aquí: ¡Madre mía, cómo precipita!, el domingo va a precipitar.
Cuidado que suena mal.
Un abrazo
Buenas tardes:
Me alegro mucho de verte por aquí, Madri. Qué buen tema.
Me precipito a decir —sin temor a equivocarme— que yo tampoco me veo, ni siquiera me imagino, usando precipitar de esa manera. Me suena fatal. ¿Para qué sacarse verbos o acepciones de la manga si ya existen unos preciosos, como en este caso llover, nevar, granizar, que cumplen perfectamente su función? *Precipitar mucho en forma de nieve, o sea Nevar mucho o Caer mucha nieve. Supongo que quien utilice ese tipo de frasecitas lo hará porque le parecerá más sofisticado o técnico, no sé.
La Fundéu piensa igual que tú (y que yo) y rechaza precipitar con el significado de ‘llover’ o ‘nevar’.
Deseando oír a los demás. Un abrazo.
Hola Madri y Blasita:
Concuerdo completamente…totalmente malo ese uso. Si acaso alguien se precipitara en los pantalones… 😉
Os saludo de nuevo, queridos blasiteros.
Me da un poco de lástima que se hayan reducido a un pobre «precipitar» tantos verbos de los que disponemos para distinguir esos fenómenos meteorológicos que, con mayor o menor intensidad, hacen que terminemos calados.
Así, sin esforzarme, se me ocurre que ─si va a llover mucho─ podrían decir, por ejemplo, que va a llover a mares, o a cántaros, o que van a caer chuzos de punta. Y sin recurrir a las perífrasis, usar verbos como jarrear, diluviar, acantalear, chaparrear…, que seguramente todos entenderíamos.
Que va a llover poco y fino, lloviznar, molliznear o molliznar, neblinear, paramar, mollinear, garuar, orvallar, pintear, brisar, zaracear, serenar, pringar, chispear…, sin olvidar mi querido sirimirear y todos, que serán muchísimos más, los localismos existentes sinónimos de lloviznar. Seguro que vosotros podréis aportar más formas, porque parece que no hay pueblo que no tenga su propio tipo de lluvia perfectamente identificado.
Un abrazo.
Totalmente de acuerdo, Madri.
En todo caso, para mí como chileno, para llover mucho: llover a cántaros, a mares o a chuzo, nada de esas «perífrasis»
Para lluvia leve: lloviznar, garuar, chispear o caer el sereno (en la tarde, tardecita)
Buenos días:
Qué bueno encontrar a tan distinguidos tertulianos por aquí. 🙂
Pues ya somos cinco de la misma opinión: Madri, Blasita, Chileno, Fundéu y un servidor. Así que poco puedo añadir, como no sea alguna elucubración de las mías:
Yo me topé con el sustantivo precipitación y el verbo precipitar en las clases prácticas de química (de alquimia, decían algunos de guasa), en las que a veces se nos presentaban casos en los que después de una reacción entre líquidos se formaban partículas sólidas que iban cayendo y depositándose en el fondo del recipiente. Es decir, que caían como cae la lluvia o como cae la nieve (Adamo). Y, finalizado el experimento, si no había explotado nada, a ese poso lo llamábamos precipitado (también sustantivo en este caso). O sea, que ahí se manejaban tres palabras de la misma familia, tres.
Entonces, supongo que los meteorólogos (¿sabíais que en google aparecen 11.500 resultados con la entrada «metereólogo»?), aprovechando el símil, adoptaron el término precipitación. Y les gustó tanto, que lo usaban constantemente. Y sería por esa insistencia, pienso, por lo que la Academia admitió en su día dicho vocablo con el significado que tiene actualmente.
Sin embargo, el DLE no recoge la acepción del verbo precipitar aplicada a la meteó –que diría un francés– porque, en opinión generalizada, su uso es bastante reciente y todavía escaso. Por eso Madri, no es que no haya estado atenta a esa palabra, como dice, sino simplemente que a ella no le había llegado hasta ahora.
En cuanto a la tercera palabra de la familia, estoy convencido que los estudiosos del tiempo atmosférico no la van a utilizar nunca. No, porque yo creo que a ninguno de ellos se le ocurrirá llamar a eso que queda en el fondo después de la lluvia –a un charco por ejemplo– precipitado, ja ja.
De todos modos, descartado el tercer término, a mi me parece que los otros dos no se utilizan fuera del círculo de estos especialistas, porque, como indica Madri, nosotros no decimos ¡Madre mía, cómo precipita! ni tampoco, por ejemplo, La precipitación me ha puesto hecho una sopa.
«E se non è vero…» mi scuso con i meteorologi.
Que tengáis un buen día de San Pionio, mártir, y San Sofronio, obispo.
El DLE define precipitación como «Acción y efecto de precipitar o precipitarse» y, en su acepción meteorológica , como «Agua procedente de la atmósfera, y que en forma sólida o líquida se deposita sobre la superficie de la tierra».
Si mezclamos las dos acepciones, podríamos llegar a pensar que el agua de la atmósfera se precipita pero no, simplemente cae a la tierra en forma de agua (lloviendo), nieve (nevando) o hielo (granizando).
Al menos de momento el asunto está claro; la nieve, el agua y el hielo son precipitaciones pero no se precipitan. Y digo de momento porque, como se siga oyendo eso de que «va a precipitar mucho en forma de nieve …», igual no tardamos en verlo recogido en nuestro querido DLE.
Un saludo.
Buenas tardes, señoras y caballeros:
Qué buena reflexión lingüistica se ha sacado de la chistera, querida Madri. Tiene usted una chistera que ni el bolso de Mary Poppins, no se acaban nunca. Y qué buenas reflexiones de todos ustedes sobre el término y su (mal) uso. Pero aquí aparezco yo para conseguir la cuadratura del círculo, para encontrar la vía de la cuarta dimensión que relaciona todos esos conceptos, desde el precipitado que veía D. Robin formarse en sus clases de alquimia hasta las elucubraciones de D. Abejaruco sobre ese agua de la atmósfera que precipita sobre la tierra en sus variadas formas sólidas. Y yo sé cuál es la causa de toda esta confusión y no dudaré en compartirla con todos ustedes: el primer meteorólogo que la usó en televisión tenía una bola de esas llenas de agua con un paisaje de algún pueblo de los Alpes -¿las recuerdan?- que al agitarlas del revés y volverlas a poner derechas «precipitaban» unas partículas blancas que simulaban copos de nieve. Voilá, ahí tienen ustedes el «precipitado» que satisface todas las acepciones.
Buenas noches. Pueden ustedes expulsarme de este blog en cuantito quieran.
Por mi parte, ni hablar, Milord. Es usted una fuente de sabiduría que tenemos que cuidar como oro en paño.
Espero que el resto de blasiteros estén de acuerdo conmigo. Si no, lo tenemos claro.
Un abrazo a todos y que tengan muy buena noche.